viernes, 31 de marzo de 2017

Las Sin Sombrero: Rosa Chacel

La escritora Rosa Chacel fue la única que logró hacerse un hueco entre sus compañeros y se la reconoce como parte de la Generación del 27. Se incorporó al grupo de las Sin Sombrero más tarde que sus amigas y fue menos activa en sus manifestaciones, pero por su obra y su particular visión del feminismo también ha servido como inspiración para este reto caligráfico de marzo. 

 

Imagen: generandolecturas.files.wordpress.com

Rosa Chacel Arimón nace en Valladolid en 1898, en el seno de una familia liberal con gusto por el arte y la literatura. A pesar de pasar su infancia en casa por prescripción médica, Rosa desarrolla una libertad de pensamiento poco frecuente en la época, aptitudes y actitudes que seguro están estrechamente relacionadas con esa “intensidad maniática” – como ella misma llegó a afirmar-, con la que sus padres la educaron y formaron en casa. Como anécdota, dicen que con tres añitos ya era capaz de recitar poemas de Zorrilla, del que era sobrina nieta.

Cuando Rosa tenía 10 años, su familia se traslada a vivir a Madrid, al barrio de Malasaña, entonces barrio de Las Maravillas, lugar que daría nombre a una de sus novelas más celebradas. Allí, con 17 años, Rosa ingresa en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, donde comienza sus estudios de escultura y coincide ya con Timoteo Pérez Rubio, quien acabaría siendo su marido.

Retrato de Rosa Chacel por Timoteo Pérez Rubio.

Después de tres años, Rosa abandona sus estudios de escultura al darse cuenta de que no es su verdadera vocación. Chacel frecuenta lugares como el Ateneo, la Residencia de Estudiantes o el café Pombo, donde contacta con pensadores y escritores y donde participa en tertulias literarias y artísticas. En el Ateneo de Madrid ofrece la conferencia “La mujer y sus posibilidades”, que generaría mucha agitación y polémica.

En 1922 Rosa se casa con Timoteo Pérez, a quién le habían concedido una beca en Roma. Allí la pareja reside durante seis años para luego regresar a un Madrid en pleno apogeo cultural y creativo, del que se había perdido sus primeros años. Sin embargo, pronto recuperará su actividad literaria tras integrarse en el círculo de su admirado Ortega y Gasset, lo que le permitió publicar en importantes publicaciones.

La década de los 30 fue agitada en la vida de Rosa Chacel: nace su hijo Carlos, consigue que publiquen su primera obra Estación. Ida y vuelta; en el 33, tras la muerte de su madre, se traslada un tiempo a Berlín, donde coincide con María Teresa León y Rafael Alberti; y el 36 (¡ay, el 36!), cuando por su significación política, decide exiliarse a París (decisión muy criticada por muchos de sus amigos, como su querida y admirada María Zambrano).


Durante los años posteriores, el fascismo continúa su avance por Europa y Rosa, junto a su marido y su hijo, deciden exiliarse a Sudamérica, donde residen en Brasil y Buenos Aires. La familia de Rosa pasa necesidades económicas, pero ella nunca dejade trabajar como escritora y traductora (Rosa Chacel es la traductora de La Peste de Albert Camus) ni de participar en la vida intelectual de allá donde se encontrara. Mientras que en Brasil nunca se sintió del todo integrada, en Buenos Aires sus escritos gozaban de buena fama y allí volvió a tomar contacto con jóvenes de España que recuperaban y estudiaban su obra. En la capital argentina escribió La sinrazón, la que se ha calificado como su mejor obra literaria.

Desde los años 60, Chacel vuelve a España en varias ocasiones y ya será en 1977, tras la muerte de su marido, cuando se traslada definitivamente a vivir a Madrid. En la época de la transición y la restauración de la democracia se redescubre su obra y su figura. La autora es especialmente prolífica y se reeditan varias de sus obras.

En la extensa obra literaria de Rosa Chacel la mujer siempre tiene un gran protagonismo. Sus personajes femeninos reflejan dos visiones antagónicas (o quizá no tanto) de la mujer de la época: mujeres que pasivas se dedican a “sus labores”, chismosas y con escasa inclinación por el estudio frente a mujeres de inteligencia superior, libres e independientes en búsqueda de su realización personal.


Para Rosa, hombres y mujeres eran iguales, y por ello nunca se unión al movimiento feminista, ya que confiaba en que la revolución de los hombres acabaría incluyendo a la mujer. Rosa realizó múltiples y diversas publicaciones en torno al tema del feminismo y el papel de la mujer en la historia.

Rosa Chacel murió en 1994 tras decenas de ensayos, novelas, poemas, conferencias, tertulias, traducciones… Rosa Chacel, trabajadora incansable durante toda su vida, nos ha servido de inspiración en este mes y para algunos años más.

Con ella cerramos nuestro reto de marzo. Para repasar todo lo que ha dado de sí, echad un vistazo a los hastags #marzosinsombrero y #mujeresenlasombra.

miércoles, 29 de marzo de 2017

En torno a las Sin Sombrero: Clara Campoamor

La política Clara Campoamor no perteneció directamente a las Sin Sombrero, pero fue una de sus precursoras. Luchó por los derechos de la mujer junto a otras valientes como Victoria Kent, Margarita Nelken o María de Maeztu. En este reto también nos hemos inspirado en ella.



Durante todo el mes de marzo hemos rendido homenaje a unas mujeres de gran talento artístico e intelectual que rompieron las normas culturales y sociales de una España previa a la Guerra Civil: las Sin Sombrero. Aunque otras antes dieron los primeros pasos para que ellas acabaran liberándose del peso social que las limitaba a un papel únicamente de madres y esposas. Campoamor fue una de ellas.

Clara Campoamor Rodríguez nació en Madrid en 1888. Su padre murió cuando ella tenía diez años, lo que la obligó a abandonar sus estudios para poder colaborar en la economía familiar. Trabajó como modista, dependienta de comercio y telefonista. En 1914, ganó con el primer puesto por oposición, una plaza en el Ministerio de Instrucción Pública. Esto la llevó a ejercer como profesora especial de taquigrafía y mecanografía en las Escuelas de Adultas. Durante los años siguientes alternó este trabajo con los de traductora de francés, auxiliar mecanógrafa y secretaria en un periódico conservador, trabajo que le llevó a interesarse por la política y a publicar algún artículo.


En 1920 inició sus estudios de bachiller. Después se matriculó en la Facultad de Derecho y se licenció con 36 años, en diciembre de 1924. Se convirtió en una de las pocas abogadas españolas de la época. Un año después fue la segunda mujer en incorporarse al Colegio de Abogados de Madrid, un mes después que Victoria Kent.

Tras proclamarse la Segunda República, Clara Campoamor fue elegida diputada por la circunscripción de la ciudad de Madrid en las elecciones de 1931. En aquel momento las mujeres podían ser elegidas, pero no ser electoras. Se había afiliado al Partido Radical, puesto que éste se proclamaba "republicano, liberal, laico y democrático", constantes de su propio ideario político.

Durante el período de las Cortes Constituyentes de 1931 formó parte del equipo que elaboró el proyecto de la Constitución de la nueva República. Luchó por que se estableciera la no discriminación por razón de sexo, la igualdad jurídica de los hijos e hijas habidos dentro y fuera del matrimonio, el divorcio y el sufragio universal. Consiguió todo, excepto lo relativo al voto, que tuvo que debatirse en las Cortes de España.

La izquierda, con la excepción de un grupo de socialistas y algunos republicanos, no querían que la mujer votase porque se suponía que estaba muy influida por la Iglesia y votaría a favor de la derecha. Por ello, el Partido Radical Socialista enfrentó a Clara con otra reconocida diputada, Victoria Kent, contraria al voto de las mujeres. El debate final se celebró el 1 de octubre de 1931. Acabó venciendo el sí, con 161 votos a favor y 121 en contra. Se aprobó así el artículo 36 que hizo posible el sufragio femenino.


Clara Campoamor antepuso los intereses de la mujer a cualquier interés partidista o electoralista. Para ella era obvio que la mujer merecía tener los mismos derechos que el hombre, en todos los aspectos, y consideraba que sería un grave error político dejar a la mujer al margen de ese derecho.



En 1934, Campoamor abandonó el Partido Radical. Ese mismo año, intentó unirse a Izquierda Republicana, pero su admisión fue denegada. Fue entonces cuando publicó Mi pecado mortal. El voto femenino y yo, donde describe sus luchas parlamentarias.



Clara y el feminismo

En una serie de conferencias pronunciadas en mayo de 1923 en la Universidad Central, describe lo que para ella era el feminismo. Este vocablo le parecía absurdo porque, y aunque lo aceptaba como fórmula breve, consideraba que era interpretado de forma errónea, como lo era el pensar que sería “solamente beneficioso para la mujer lo que será un mejoramiento purificador de la humanidad”.

Para ella, en toda mujer hay una feminista.



Cuando estalló la Guerra Civil se exilió en París. Vivió una década en Buenos Aires donde se ganó la vida traduciendo, dando conferencias y escribiendo biografías (Concepción Arenal, Sor Juana Inés de la Cruz, Quevedo). Intentó regresar a España a fines de la década de 1940, pero desistió al conocer la noticia de que estaba procesada por su pertenencia a una logia masónica.

En 1955 se instaló en Lausana (Suiza) donde trabajó en un bufete de abogados hasta que perdió la vista. Murió de cáncer en abril de 1972. Sus restos mortales fueron trasladados algunos años después de su muerte a San Sebastián.

En ESTE ENLACE encontraréis la película de Laura Mañá, Clara Campoamor, la mujer olvidada, de 2011.








lunes, 27 de marzo de 2017

Las Sin Sombrero: Maruja Mallo

Maruja Mallo fue una de las figuras centrales del movimiento de las Sin Sombrero y de la Generación del 27. Pintora, artista revolucionaria y pensadora, sus obras y su trayectoria vital nos inspiran en este reto de marzo, ya en su recta final.

 

Mujer libre y rompedora, apasionada y apasionante, que se anticipó e hizo posible, junto a otras mujeres, el modelo femenino que somos en la actualidad, y que ni la Guerra del 36, que acabó con tantos sueños de libertad e igualdad, pudo borrar.


Tània Balló, en su libro Las Sinsombrero, la define así: “Maruja Mallo fue la primera Sinsombrero que se cruzó en mi camino. La mujer más original, moderna y transgresora de la España de los años veinte y treinta. La artista vanguardista, la pintora de grandes lienzos llenos de colores, movimiento y geometría. Ella, que se quitó el sombrero, que quiso ser pintor y no pintora; ella, que amó a todos los hombres que quiso amar y lo hizo sin prejuicios; ella, que rompió todos los límites que a priori se le imponían por el absurdo hecho de ser mujer”.

Maruja, con un manto de algas

Ana María Gómez González nació en Vivero (Lugo) el 5 de enero de 1902. Fue la cuarta hija, de catorce, del matrimonio formado por María del Pilar González y Justo Gómez Mallo. En Avilés desde temprana edad comienza a copiar las ilustraciones de las revistas de la época. Con veinte años entra en la Academia de San Fernando hasta 1926, con el apoyo total de su padre; lo que resultaba cuanto menos curioso en aquellos momentos, por el poco número de mujeres que iban a la universidad y sobre todo a Bellas Artes.

"La infancia es trascendental para la vida del hombre. Maléfica influencia la de la tradición o educación atávica. En la Escuela de Bellas Artes de Madrid, donde ingresé, conocí a Dalí, que me presentó a Lorca y a Buñuel. Salíamos mucho juntos Dalí, Lorca, Margarita Manso y yo. Íbamos al jazz, yo escondiéndome porque no hubiera estado bien visto que una señorita frecuentara esos sitios", recordaba la propia artista. Con ellos inició, como ya hemos comentado, el movimiento Sin Sombrero. Maruja Mallo declara acerca de aquella performance primera que los insultaban llamándolos «maricones» y «narcisistas», lo cual corresponde con la imagen andrógina que sugería el nuevo estilo a lo garçon.

Mujer inquieta que intentó hacerse un hueco e integrarse “a codazos” en los movimientos de vanguardia en Madrid, en los años de preguerra. Una vanguardia fundamentalmente masculina, muy adelantada a nivel de creatividad y muy reaccionaria en todo lo que tenía que ver con la mujer y a la que ella accede desde una postura de adhesión a los postulados del surrealismo y una actitud innovadora y rupturista, junto a los grandes nombres del momento, como Dalí, García Lorca, Ramón Gómez de la Serna o Rafael Alberti. Ortega y Gasset le “permite”, caso excepcional, exponer en los salones de «Revista de Occidente», en 1928. Respecto a su obra, encaja con la estética del momento en Europa y que se denominó Realismo Mágico. Y es un referente del surrealismo internacional.

La Verbena, 1927


Antro de fósiles, 1930

Los hombres no entendieron su forma libre y firme de actuar, no como una mujer “mascota” sino activa y fuerte. Incluso Alberti la negó durante décadas, como compañera sentimental y como influencia artística. Si leemos a José Luis Ferris, biógrafo de Maruja Mallo y de Miguel Hernández, sabemos que también mantuvo con él una relación amorosa que influyó poderosamente en la poesía del alicantino.


Su actitud política y su compromiso con la República podemos conocerlos por sus propias palabras: La noble República fundada por prohombres de aquella hora, y que tanto hizo por la cultura, el arte, la ciencia, la justicia social, había nacido en un momento anacrónico y desarmada, mientras a nivel mundial se preparaban mayores conflictos. Ese conjunto de humanistas fue atropellado por traición cainita y poderes extranjeros, ante la indiferencia de una Europa que no creía disfrutar tan pronto de una guerra.

Empezada la guerra del 36 Maruja se exilia.


 La sorpresa del trigo, 1936

Portugual, Argentina, Uruguay, Nueva York... Aunque la mayor parte del tiempo la pasó en Buenos Aires, no dejó de exponer en París, Brasil...



 Naturaleza viva, 1945

No volverá a España hasta el 1963. Maruja Mallo lleva una vida bastante anónima, a pesar de que en la década de los 80 los artistas de la Movida retoman su figura y el Ministerio de Cultura le conceda la Medalla de Oro al mérito en las Bellas Artes. 


El 6 de febrero de 1995 muere en Madrid a los 93 años, según algunos críticos olvidada e incluso manipulada por las corrientes culturales del momento.

Maruja Mallo fue sin duda una figura clave para el movimiento Sin Sombrero. En este reto caligráfico, ha inspirado trabajos tan originales como ella.




Podéis repasar toda la inspiración que nos han dado estas grandes mujeres con los hastags #marzosinsombrero y #mujeresenlasombra.

domingo, 26 de marzo de 2017

Las Sin Sombrero: Remedios Varo.


Remedios Varo es posiblemente la primera pintora surrealista española, pero desgraciadamente poco conocida aquí. Hoy nos inspiramos en el aura que envuelve a sus pinturas, su toque tan personal y único, su magia y su marcado mundo interior. Una Sinsombrero que fue "adoptada" por México.



María de los Remedios Alicia Rodriga Varo y Uranga nació en Anglès, Girona, en 1908. De padre andaluz y madre vasca. Mujer adelantada a su época, con una prodigiosa imaginación, gran conocedora de las matemáticas y la astronomía, amante del esoterismo y la mística. Sus obras revelan el gran sentido del humor que tenía, y el amor por los animales en general y los gatos en particular. Centrada más en el proceso creativo que en la obra final, la mayoría de sus pinturas las regalaba a amigos. Murió muy joven, en pleno éxito, en 1963.
No podemos saber si la obra de Remedios Varo, tan particularmente introspectiva y volcada al interior, hubiera sido diferente de no haber visto su vida zarandeada por las turbulencias sociales que pusieron marco a su juventud: unos años plenos de conflictos, primero en España, enseguida en el resto de Europa. Pero cabe decir que de por sí, se advierte en ella una especial clase de energía en continua transformación, personal  y a la vez permeable y con conciencia de su época.

Varo experimenta el primero de sus grandes viajes a los nueve años cuando su familia se traslada a Madrid, donde en vista de su temprana afición a la pintura, su padre, ingeniero hidráulico y causante de que tan pequeña ya tuviera conocimientos matemáticos, de perspectiva y dibujo, la hace ingresar en la Academia de San Fernando. Ser mujer en esta escuela (fue de las primeras en ingresar allí) y en esta época no es nada fácil. De hecho, pocas mujeres pudieron acabar la carrera. Ella lo hizo, señal de su fuerte personalidad y amor a la pintura. Allí coincidió con Maruja Mallo y Dalí, entre otros. En 1930 ya participa en exposiciones colectivas. Contrae matrimonio con uno de sus compañeros de estudios, Gerardo Lizárraga, y juntos parten hacia París.



En París se venía fraguando desde 1925, en torno a la figura de André Breton, un movimiento artístico surgido de las cenizas del dadaísmo, con nombres como Louis Aragón, Buñuel, Dalí, Paul Éluard o Max Ernst. Las pinturas de Varo en esa época ya orbitaban en torno a ese nuevo término –surrealismo –, al cual Bretón se empeñaba en dar un sentido marxista no del agrado de todos sus adeptos, y quizá tampoco de Varo, cuya obra tiene una existencia propia al margen de ideologías.
En 1932 la encontramos en Barcelona, donde ejerce junto a su marido el oficio de dibujante de publicidad, hasta la separación de ambos dos años más tarde. Y, de nuevo, de vuelta en Madrid. En 1935 expone allí sus primeras obras reconocidas, Composición, o L’Agent Double, y se involucra de pleno en el movimiento surrealista español.


Los acontecimientos se precipitan: el estallido de la Guerra Civil la deja en el lado de los republicanos, a los que según parece ella presta algún tipo de apoyo; entabla una relación con el poeta Benjamin Péret y con él abandonará España para siempre regresando a París, un lugar lleno de estímulos intelectuales, donde esta vez sí conoce a Breton, Ernst, Miró y Leonora Carrington, quien se convertirá en su gran amiga; pero, de nuevo, es alcanzada por la guerra cuando en junio de 1940 los nazis ocupan la capital francesa.

Su condición de refugiada española de izquierdas y personificación, además, de aquello que el III Reich entendía como «arte degenerado», no presagiaba para ella nada bueno. En efecto Varo es encarcelada por un breve periodo de tiempo, aunque poco se sabe de eso. Ella y Péret solo pueden huir a México con la ayuda de Varian Fry, un periodista estadounidense que dirigió una red de rescate desde la Francia de Vichy.


Hasta su muerte en 1963, ya naturalizada mexicana, ese país ofrecerá a Varo todo lo que España y Europa no habían podido darle: estabilidad, un nuevo amor que será el definitivo, un círculo de amigos artistas autóctonos y exiliados como ella, y la posibilidad de ejercer otros trabajos de ilustración como forma de ganarse la vida.


Allí conoce a artistas como Frida Kahlo y Diego Rivera, y mantiene su amistad con  Leonora Carrington.  En 1952 se casa con el político austriaco Walter Gruen, con quien permaneció hasta su fallecimiento.

Artísticamente es donde comienza a pintar de manera más metódica, más madura, y es el escenario donde se consuma y cobra fama su obra pictórica, pareja a su exploración en su mundo interior que la llevaría a empaparse de las teorías psicoanalíticas aún en boga y de la tradición alquímica.


Esta fusión de psicoanálisis y alquimia no es fruto del capricho, sino por el contrario algo coherente: Breton y su círculo ya habían fijado su atención en Sigmund Freud, en los sueños y en el inconsciente, así como en los poetas simbolistas Lautréamont y Rimbaud, ambos esencialmente místicos –si bien luciferinos–, volcados, con sus respectivas poesías, en expresar lo inexpresable, y Rimbaud en particular, versado en la cábala.

De los viejos grabados alquímicos Remedios Varo recibe una influencia insólita, al menos para una pintora española del siglo XX, y en general la recibe también del legado de manuscritos iluminados producidos durante la Baja Edad Media, como se aprecia, por poner un ejemplo, en Tránsito espiral, 1962.


Las pinturas de Remedios Varo son obras fantásticas y sorprendentes, de un surrealismo sereno, como realizadas por iluminadores medievales sonámbulos, y pueden ser entendidas como depósitos de símbolos, jeroglíficos en forma de figuras humanas, objetos, espacios y perspectivas que invitan a mirar y a interpretar, siempre con algo de malicia infantil y de tierno juego cómplice. Un testimonio de la propia vida, la que se vive pero también la que se sueña o se ensueña. De ahí que sea una obra contemplativa, y en el fondo, una reelaboración nueva de experiencias, emociones y pensamientos tan viejos como el ser humano.
En el año 2000, Walter Gruen, su viudo, donó la colección de obras de Remedios Varo al Museo de Arte Moderno de México. Tras algunos litigios judiciales con la familia, finalmente se dictaminó que  la nación mexicana es la única y legítima propietaria de su legado artístico. Podéis ver algunas de sus obras en ESTE ENLACE del propio museo o en esta WEB, que recoge su vida y obra.

Recta final ya para nuestro reto caligráfico de marzo. Esperamos que las Sin Sombrero también os estén inspirando. 


jueves, 23 de marzo de 2017

Las Sin Sombrero: María Zambrano


Fue la primera mujer en recibir el Premio Cervantes y una de las pensadoras fundamentales del siglo pasado. Hoy nos inspiramos en María Zambrano, la Sin Sombrero que prefería una libertad peligrosa a una servidumbre tranquila.

 


El filósofo y pedagogo Don Blas Zambrano y su mujer, Doña Araceli Alarcón, vieron nacer a su primogénita un 22 de abril de 1904 en Vélez-Málaga.  Por motivos de trabajo, la familia se traslada a Segovia en 1910. Don Blas conoce entonces a Antonio Machado y al escultor Emiliano Barral. Trabaja como redactor jefe del periódico La tierra de Segovia y funda además la revista Castilla.


En el año 1911 nace la segunda hija, Araceli. Según palabras de la propia María, el mejor regalo que me dieron mis padres. Comienza el Bachillerato en el Instituto de Segovia siendo ella y otra chica las únicas mujeres de la clase. La relación con su primo Miguel Pizarro se estrecha cada vez más. Es a través de él que, en 1921,  conoce a Federico García Lorca. 

En 1926 toda la familia se traslada a la capital. Comienza a estudiar Filosofía en la Universidad Central de Madrid, yendo a clases de Ortega y Gasset, Zubiri o Manuel García Morente. Se une a la tertulia de la Revista de Occidente y participa de forma muy activa en algunos movimientos estudiantiles colaborando en periódicos como El Liberal de Madrid o El Manantial de Segovia.

En 1930 publica su primer libro: Horizonte de liberalismo. A la vez da clases de metafísica en la universidad mientras prepara su tesis doctoral. El 14 de abril de 1931 asiste a la celebración de la Segunda República en la Puerta del Sol de Madrid. Colabora en los siguientes años con numerosas publicaciones de la época como la Revista de Occidente, Los Cuatro Vientos o Cruz y Raya.

A través de Maruja Mallo, conoce a Luis Cernuda y al que más tarde será su marido, el navarro Alfonso Rodríguez Aldave. Se casa con él en 1936, cuando acaba de ser nombrado Secretario de la Embajada de la República Española en Santiago de Chile. María publica allí Los intelectuales en el drama de España y una Antología de García Lorca.

La pareja regresa de Chile en 1937 y su marido se une al ejército, mientras ella se queda en Valencia colaborando en la defensa de la República. Al año siguiente fallece su padre.

En enero de 1939 se exilia con su marido a México. Allí trabaja como profesora de filosofía en la Universidad de San Nicolás de Hidalgo y continúa publicando y colaborando con muchas revistas latinas. Tras saber que su madre se encuentra gravemente enferma en París, viaja en 1946 a su encuentro pero al llegar Doña Araceli ya había fallecido. Permanece un tiempo en París con su hermana enferma y allí conoce a los intelectuales del momento como Sartre o Simone de Beauvoir.

Separada ya de su marido, se traslada de un sitio a otro con su hermana Araceli. De París a México, de México a La Habana… hasta llegar a Roma en 1959. Araceli fallece a causa de una trombosis en 1972. Comienza entonces un declive físico muy evidente para María. 

“Estoy incapaz de todo o casi todo” Escribe.


Su obra fue ignorada casi del todo en España hasta la década de los 80, cuando empezaron a sucederse los reconocimientos y las publicaciones.

Se le concede el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades en 1981. El 24 de noviembre el Pleno del Excmo. Ayuntamiento de Velez-Málaga decide por unanimidad pedir a María Zambrano su vuelta a la ciudad natal y le ofrece una vivienda y ayuda para su estancia. Además es nombrada Hija Predilecta.

Su salud está muy deteriorada en 1983. Vive en Ginebra y padece cataratas en los dos ojos, anemia y artrosis. El 20 de noviembre de 1984 pisa de nuevo suelo español y se establece en Madrid. Aunque se aparta de la vida pública casi por completo, su actividad intelectual no cesa. En 1986 se publica su libro Senderos, pasea por El Retiro y a veces asiste a algún concierto de Amancio Prada.

En su casa de Madrid, un año después, se la nombra Doctora "Honoris Causa" por la Universidad de Málaga.  Al acto acude su Rector y catedrático de Filosofía Fernando Ortega, que actúa de padrino. Se constituye en Vélez-Málaga la Fundación que lleva su nombre.

En otoño del 88 se le concede el Premio Cervantes, convirtiéndose así en la primera mujer en obtenerlo. Aunque debido a su salud no pudo estar presente en la ceremonia de entrega, la actriz Berta Riaza leyó su discurso de aceptación. Puedes verlo en vídeo en la web de RTVE, en este enlace.


Desde su silla de ruedas en 1990 y ya casi sin poder sostenerse en pie dictaba todavía algunos artículos en momentos de lucidez. Su última publicación fue Peligros de la paz en relación con los acontecimientos del Golfo Pérsico.

Fallece el 6 de febrero de 1991, descansa a la sombra de un limonero en el cementerio de su Vélez-Málaga natal. Allí también se trasladaron los restos mortales de su hermana y su madre.

En su lápida pidió inscrita la leyenda del Cantar de los Cantares: Surge amica mea et veni (Levántate, amiga mía, y ven).



martes, 21 de marzo de 2017

Las Sin Sombrero: Margarita Manso

Margarita Manso fue algo más que la esposa del reconocido Alfonso Ponce de León o la única experiencia sexual con una mujer de Federico García Lorca. Pintora, transgresora, musa... Hoy nos inspiramos en otra de las protagonistas de nuestro reto de marzo: las Sin Sombrero.




En 1986, el pintor Salvador Dalí explicó al historiador británico Ian Gibson que, a partir de un juego erótico propuesto por él,  Manso fue la única mujer con la que Lorca tuvo una relación sexual. Una anécdota que parece ser de lo poco que se recuerda de ella. Eso y que el poeta le dedicó su romance Muerto de amor del primer Romancero Gitano.
Tània Balló, en su libro Las Sinsombrero, dice que "representa a aquellas mujeres que tuvieron que aceptar una vida que no les pertenecía". Porque Margarita vivió dos vidas muy diferentes.

Margarita Manso Robledo nació en Valladolid en 1908. Hija de un ingeniero, que murió siendo ella niña, y una modista de alta costura, tenía dos hermanas. Con 17 años, ingresó en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid; donde se hizo amiga, entre otros, de Maruja Mallo, Dalí o García Lorca. Aunque no destacaba mucho como artista plástica, su carácter transgresor la afianzó en los ambientes intelectuales de la capital. Estaba en aquel grupo que inició el movimiento "sinsombrerista" (que recibió pedradas por andar con la cabeza descubierta).


A pesar de su mentalidad liberal, se enamoró de un reconocido falangista: el pintor vanguardista malagueño Alfonso Ponce de León. Tres años después de su boda, el 19 de septiembre de 1936, las milicias armadas de la izquierda frente-populista detuvieron a Ponce de León en el Paseo de la Castellana y le trasladaron  a la checa de Fomento. Su cadáver fue encontrado en una cuneta de Vicálvaro. Aquello "rompió" para siempre a Margarita, que se exilió durante un tiempo a casa de una de sus hermanas, en Italia.

En 1940, de nuevo en España, se casó con el doctor Enrique Conde Gargollo, hombre afín a la dictadura (de hecho es el responsable, junto a Agustín del Río Cisneros, de la edición de las Obras Completas de José Antonio Primo de Rivera. Recopilación y ordenación de los textos originales). Margarita Manso se afilió al partido falangista, se volvió una mujer devota y escondió su pasado; hasta tal punto que sus tres hijos desconocían las vivencias y amistades que su madre había tenido durante su juventud.

Margarita murió en Madrid, a los 51 años.

 Esquela publicada en ABC   Fuente: Hemeroteca ABC


Recordad que sigue en marcha este reto caligráfico tan especial. Si queréis ver más de las maravillas que nos inspiran estas mujeres, cotillead los hastags #marzosinsombrero y #mujeresenlasombra.